«Vamos a morir todos» de Emily Austin: sobre sentir todo y nada a la vez [Reseña]
Vamos a morir todos
Everyone in this room will someday be dead» Autora: Emily Austin
» Editorial: Blackie Books
» Páginas: 280
» Puntuación: ★★★★★
Gilda teme a la muerte, lo normal. Solo que también le da miedo seguir viva, y lo que eso supone. Lidiar con una familia excesiva. Pagar facturas. Dar un paso adelante en su relación con Eleanor.
Cuando empieza a trabajar de secretaria en la iglesia St. Rigobert (un poco por error), encuentra una nueva perspectiva acerca de la muerte y la supervivencia. Allí conocerá al párroco Jeff, quien llora a escondidas tras cada funeral, al coach motivacional profundamente desmotivado Giuseppe, que la llama todas las noches para pedirle una cita. A una anciana amante de los gatos, con quien intercambia correos. Gente a la que la vida no se le da excesivamente mejor que a ella, y sin embargo sigue intentándolo. Porque vamos a morir todos. Pero no hoy.
Gilda es atea y lesbiana, tiene veintisiete años y la acaban de despedir de su empleo porque se ausentaba demasiado. Es una mujer que se la pasa corriendo a urgencias cuando siente que va a morir por ataques de ansiedad (o por cualquier otra cosa), que tiene días con los platos sucios amontonados porque no es capaz de reunir la energía necesaria para lavarlos, que prefiere intentar hacer a otros felices porque a ella la felicidad no se le da, sin importar que ello implique engañar.
No puedo tener mascota por la misma razón por la que no quiero hacer amigos, ni intimar con nadie. No es solo porque algún día morirán. También es porque se me da fatal cuidar de una mascota. No soy capaz de reunir la energía necesaria para formar parte de la vida de nadie de manera positiva. Ni siquiera soy capaz de reunir la energía para disculparme por ser así.
Un día termina en una iglesia local a causa de un folleto en el cual se ofrece terapia gratuita, y por error es contratada como la secretaria del lugar. Ahí fingirá ser una buena católica heterosexual, a la par que le da vueltas al hecho de que la muerte de quien anteriormente ocupaba el puesto, una mujer mayor de nombre Grace, parece tratarse de un asesinato de acuerdo a la investigación policial; y mientras que en su vida personal intenta mantener a flote su relación con Eleanor, la novia que conoció a través de una app de citas, y lidia con problemas familiares que giran alrededor de un hermano alcohólico y unos padres que prefieren ignorar el problema.
Internarse en la mente y los pensamientos de Gilda podrá resultar abrumador para algunos, pues son pensamientos que rondan lo fatal una y otra vez, pero lo que equilibra la densidad del enredo interior es que la narración constantemente maneja un tono bastante tragicómico con un humor seco que inevitablemente lleva a la carcajada tendida. También, entre los días de trabajo en la iglesia y sus interacciones con el amable párroco Jeff y el prejuicioso administrador Barney, se intercalan interesantes recuerdos puntuales de su infancia que arrojan luz sobre su carácter, sus relaciones actuales y su sobrepensar acerca de la existencia misma y la recurrente idea de la muerte.
Me parece tan raro ocupar espacio, que los demás me vean. Me siento como si estuviera cayendo al vacío y Eleanor me lanzara una rosa. Es un detalle dulce e inútil. Sería menos devastador caer al vacío sola, sin arrastrar a nadie. Cuando alguien tiene un gesto bonito conmigo, tomo una insoportable conciencia de lo raro y lo triste que es conocer a otra persona.
Para mí fue una lectura absorbente de principio a fin. En parte porque, repito, adoro este tipo de novela, que podría decirse va un poco por la vena de Mi año de descanso y relajación de Ottessa Moshfegh (pero menos cínica, sobre todo por la sinceridad que desborda en su final).
La recomiendo mucho. Un debut fascinante, de cuya autora seguro estaré leyendo más.
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