No tenía ni la más mínima idea de lo que me iba a encontrar en esta novela, por lo que sumergirme lentamente en su ambiente y personajes fue una de las cosas que más disfruté de su lectura.

La historia sigue a Casio Oliver, un chico adolescente quien, junto a su familia, se dirige a pasar las vacaciones de verano a Aguablanca, un pueblo que significa mucho para él, ya que se trata de nada más ni nada menos que el escenario de su novela favorita, Preludio de Invierno del enigmático escritor Óscar Salvatierra. Casio se muestra emocionado por al fin conocer el lugar en el que se desarrolla aquella historia trágica a la que tanto afecto le guarda; sin embargo, también se dirige ahí no con el mejor de los ánimos, pues un conflicto recente entre él y su mejor amigo, Daniel, lo tiene destrozado. 

Y es por ello que lo que menos pensaba que sucedería al llegar a su destino veraniego era que entablaría una relación con la solitaria anciana que vive cerca del chalé en el que se hospeda con su familia, y menos aún esperaba encontrarse con Marc Valls, el chico rico de la Cruz, aquel que llama la atención cuando pasa frente a las puertas de su instituto y a quien ya había conocido en un encuentro que preferiría olvidar.

Así, el verano de Casio estará lleno de imprevistos y cosas que jamás imaginó fueran posibles cuando se encuentre cara a cara con la historia real que se esconde tras las páginas de su novela favorita, y comience a relacionarse con Marc Valls, la familia de éste, y con la vieja Enea.

 Pero la vida no es una historia, no es una novela. A veces los preludios se quedan en eso, en preludios, en promesas que no llegan a cumplirse. Hay muchas historias inacabadas que no tienen final y que precisamente por ello son espantosas.

Como ya dije, lo que más me gustó de esta novela es sumergirme en ella lentamente y sin prisas; Belén Martínez narra con una sutileza y calidez acogedoras que te hace saborear cada palabra y cada sentimiento que se desprende de ellas. Es verdad que con las primeras páginas sentía que no pasaba gran cosa, pero una vez que comienza a desarrollarse la amistad entre Casio y Marc todo arranca con fluidez y te sientes parte de ese inolvidable verano que vive el protagonista. La de estos dos es una de las relaciones más bonitas y naturalmente desarrolladas que he leído; y definitivamente es el punto fuerte de la historia, me transmitió todo lo que me tenía que transmitir y me dejó deseando tener más páginas de ellos dos simplemente interactuando. Por otra parte, los personajes secundarios cumplen, para mí destacando al padre de Casio (una escena en particular hizo que lo amase),  Laia, mejor amiga de Casio, y Yago, hermano mayor de Marc.

En cuanto a la parte de la novela dentro de la novela, me gustó el toque sobrenatural que la acompaña y los giros —aunque en mi opinión un poco predecibles— que nos encontramos hacia el final, pero no me atrapó tanto como hubiera querido porque siento que no llegué a conectar del todo con sus personajes (los de Preludio de Invierno, ficticios y reales). No obstante, me pareció un recurso bastante bien llevado por parte de la autora: el cómo entrelaza las dos historias, el pasado y el presente, la realidad y la ficción, incluir fragmentos; todo aquello le otorga una personalidad bastante atrayente y singular a esta historia. No dudaría ni un segundo en leer más de Belén Martínez (definitivamente tengo Cuando reescribamos la historia en la mira).

Sonata de Verano es una novela acogedora sobre sanar, hacer las pases con uno mismo y con el pasado que hiere; una historia sobre historias, sobre acontecimientos decisivos y las formas en que los contamos. En general, su lectura fue un goce, fui muy felíz con su variedad de escenas preciosas y entrañables (aunque también hay temas delicados, a mi parecer bien abordados), y ojalá todos pudiéramos visitar Aguablanca.