Keane es una banda inglesa que se alzó como parte de la escena de rock indie/alternativo de la década de los 2000, ganando popularidad internacional luego de que su primer álbum, Hopes and Fears (2004), resultara un éxito al haber alcanzado el número uno en ventas en Reino Unido y, posteriormente, ganado el BRIT Award al Mejor Álbum en 2005.

En México (y Latinoamérica en general) cultivaron un número considerable de fieles seguidores durante los lanzamientos de sus primeros tres álbumes (2004-2008). Muchos los conocimos gracias a la exposición constante que les daban los canales de televisión musicales en aquella época. En lo personal, recuerdo haber volteado a ellos por los videos de "Everybody's Changing" e "Is It Any Wonder?". Se podría decir que esas son las canciones de su discografía que gozan de mayor derecho de antigüedad en mi gusto, tal vez seguidas muy de cerca por «Nothing In My Way», cortesía del soundtrack de cierto videojuego fifas. 

Pero lo mío con Keane en realidad fue un slow burn. A lo largo de todos esos años, desde lo que fue parte de mi infancia hasta inicios de mis veintes, se fue gestando ese amor y aprecio a través de la compañía que iba encontrando en una o dos canciones a la vez, poco a poco alimentando la afinidad que me inspira su música. 

Me gustan sus letras emotivas e introspectivas que se sienten como un abrazo, la simplicidad y sinceridad que despiden, y lo fácil que es conectar con ellas al abordar con calidez y cercanía temas de amor, cambio, nostalgia, pérdida, incertidumbre y esperanza. También me gusta la apertura que la banda siempre ha mostrado al hablar de sus inspiraciones (no he vuelto a ser la misma desde que supe que Tim le escribió «Hamburg Song» a Tom cuando el problema de adicción de este último comenzaba a causar estragos en su amistad, y lo mismo con «Broken Toy»). 

Pero por encima de todo, amo las melodías. Tim Rice-Oxley es un gran compositor (también ha trabajado con artistas como Kylie Minogue, Gary Barlow, Travis y Lily Allen) y su piano en conjunto con la gloriosa calidad vocal de Tom Chaplin, que con la edad solo ha mejorado, continúan regalando resultados brillantes. Eso, claro, sin demeritar el trabajo de Richard Hughes en la batería y Jesse Quin en el bajo, pues de ahí viene lo interesante de cualquier banda: la magia que solo puede surgir de la suma de todas y cada una de sus partes. 

Magia que bien se hizo presente en la recién finalizada gira con motivo del 20.° aniversario de Hopes and Fears, a la cual se le dio inicio y cierre en México —porque, sí, curiosamente somos uno de sus mercados principales—. Dicha celebración permitió escuchar una combinación de aquellos primeros temas con algunos otros posteriores. Lo ideal para alguien que, como yo, los veía por primera vez. 

Y salí aún más enamorada de lo que ya estaba. Porque si bien una está familiarizada con videos de presentaciones y sabe que suenan bien, finalmente experimentarlo es una cosa completamente distinta (en términos más elegantes: es otro pinche pedo), pensamiento sin duda compartido por todo entusiasta de la música en vivo. Y vaya que Keane suena estupendamente bien. Chaplin no deja escapar ni una nota y alcanza esos altos y ese control en la voz como si fueran nada; un deleite total de vocalista. Y, además, creo que hay algo especial en poder ver a una banda en un punto de madurez como este, en el que ya lejos quedaron los veinteañeros que navegaban los altibajos de una súbita popularidad, y, tras haber superado ciertos obstáculos, sus integrantes se encuentran en una etapa completamente diferente en la cual se les nota de lo más satisfechos, saludables y en excelente forma como banda, y todo eso se refleja en su música y en el modo de interpretarla, incluso dotando de nuevas dimensiones a lo clásico de su repertorio, como sucede con la icónica «Somewhere Only We Know».

Por supuesto, escuchar en vivo el himno que es SOWK es un sueño. La energía y el sentimiento del momento, alucinantes. Así como también es única la experiencia de corear junto a cientos de personas otras canciones igual de emblemáticas y queridas como lo son «Everybody's Changing», «This Is The Last Time», «Nothing In My Way», «Bend & Break», «Silenced By The Night» y «Sovereign Light Café». Pero si tuviera que señalar otros momentos favoritos quizás menos obvios de lo que es Keane en directo, sin duda serían el último minuto de «A Bad Dream», con Tim y Tom sacando chispas a esas teclas, y todo «Bedshaped», pero en especial la parte final con las vocalizaciones añadidas. Como diría el menor de los Gallagher: fucking biblical.

Así que si me preguntaran: ¿vale la pena verlos en vivo? La respuesta sería un rotundo sí. Hay carisma y química, hay amistad palpable que data de la infancia, hay conexión e interacción con el público, hay calidad sonora en todos los frentes. Hay música, pues. Y espero que lo que dijeron sobre ya estar preparando nuevo material sea verdad (han sido seis largos años sin nuevo álbum, por favor, ya hace falta) y vuelvan pronto porque, indudablemente, es un sueño que me encantaría vivir otra vez, don Pool.

Y bueno, ya para terminar esto les recomiendo cinco canciones que no son de las más conocidas y considero joyitas.

«Day Will Come». Del álbum Strangeland, lanzado en 2012. Upbeat, optimista, "el día llegará" claro que sí, una dosis de serotonina para mí y para ti.